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Prevención del abuso emocional

Cuando hablamos de la prevención del abuso emocional podemos caer en la simplificación de la necesidad de un diagnóstico precoz. Y estaríamos errando, porque si bien es imprescindible la detección emergente de una forma de violencia de consecuencias demoledoras para el individuo, prevenir es literalmente, “antes de que llegue” (pre-venire). Estamos en una realidad paradójica respecto a la violencia en todas sus formas. Tolerancia cero a la violencia y, sin embargo, la violencia “invisible” se difunde de manera extrema. La violencia verbal, política, el relato del miedo, el alineamiento colectivo,  parecen omnipresentes en una “normalidad” que tiene que ver con la forma en la que el altruismo, la empatía, la interconexión con el otro, pierden valor frente a la todopoderosa prevalencia del yo.

Desde la Fundación consideramos que la prevención no puede seguir siendo la “Cenicienta” de la Nueva Salud Pública. Sus fundamentos han quedado anegados, enterrados con la experiencia global de la pandemia vírica, observando como toda intervención ha sido de todo, menos preventiva.

 

La investigación debe permitirnos entender la génesis de la violencia emocional con el objeto de intervenir de forma preventiva, educativa, afectiva sobre bases de apego seguro.  La consideración evolutiva de los niños y las niñas tiene como base la nutrición psico afectiva y la protección emocional.  La mirada compleja, relacional, es la que puede permitirnos ahondar en los aspectos determinantes para el trabajo preventivo sobre la aparición de la violencia emocional. Son los territorios de pertenencia inicialmente, aquellos en los que favorecer la idea del otro como un legítimo otro en la convivencia. Y por ende, la construcción de la identidad es interaccional, relacional, eco-sistémica.  Conocer los recursos y capacidades de las familias, así como del contexto escolar debe permitir elaborar estrategias preventivas de la violencia emocional.
 

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